Un libro publicado por el académico Patricio Rodríguez-Plaza revisa la relevancia que el cartel ha tenido en la difusión y promoción de montajes del Teatro UC a lo largo de siete décadas.
El imaginario que el Teatro UC ha generado en una dimensión que no es la del escenario, aunque está estrechamente vinculada a él, constituye el eje de un libro recientemente publicado por el académico Patricio Rodríguez-Plaza. Bajo el título “Afiches de teatro” (Ediciones UC), el investigador ofrece un recorrido por la trayectoria que el cartel —objeto de difusión y promoción de montajes— ha seguido en esa institución a lo largo de siete décadas.
Dividido en cinco capítulos, el volumen desmenuza la producción de afiches desde 1950 y hasta el 2018. Si bien su propuesta no corresponde a una revisión histórica, como él mismo autor precisa, el texto permite de algún modo reconstruir parte de la biografía de esa compañía universitaria, fundada como Teatro de Ensayo en 1943.
Ligado a la Escuela de Teatro de la Universidad Católica desde el 2004, Rodríguez-Plaza ha ido formando su propia colección de carteles y realizó su investigación basándose además en otros archivos particulares y en el voluminoso conjunto que se conservan en distintos lugares de esa casa de estudios.
“Estos afiches han recorrido no solo un tiempo histórico inaugurado en 1943, sino también físico y espacial, al ser ubicados en anaqueles y espacios diversos a los originales, producto de desplazamientos utilitarios, estéticos y artísticos”, escribe el autor, cuyo ensayo da cuenta de cómo estas obras de diseño han adquirido autonomía de los estrenos que las motivaron y se han transformado en trabajos que merecen ser contemplados por sí mismos.
La propia sala del Teatro UC, ubicada en Jorge Washington, exhibe algunos de los numerosos carteles que han acompañado la programación. “Lo que hace este lugar es convertirse en espacio de emplazamiento y movimiento de figuras gráficas que señalan un quehacer específico en continuo devenir”, comenta Rodríguez-Plaza, al tiempo que describe y muestra la presencia de ese patrimonio en muros de oficinas y accesos públicos. La mayor parte, sin embargo, permanece en la Biblioteca del Campus Oriente, ordenada, catalogada, digitalizada y expuesta, según cuenta.
LAS IMÁGENES
Las grandes protagonistas del libro son las imágenes. Diversas, incontables, añosas, nuevas y significativas imágenes que reflejan el rol que han cumplido los carteles en la difusión de la actividad del Teatro y que dan a conocer la concepción de sus creadores, los lazos con otras disciplinas y las técnicas utilizadas en su hechura.
El autor analiza diseño, tipografías, estética, estilos personales y significados de las obras a medida que éstas aparecen en las páginas. Entre muchos ejemplos, el académico se detiene en el afiche de Los condenados, de 1952, de Claudio di Girólamo, también responsable del decorado y el vestuario de ese montaje.
En referencia a los personajes de la pieza, dice que “se trata de figuras estilizadas de lejana reminiscencia de la cultura europea, tan propia del estilo de este artista arquitecto”. También se refiere a un cartel de “sutil composición, pintada y dibujada por Fernando Colina para El sí de las niñas, de 1954. Esta fue una pieza única, como tantas de aquella época, que con un trazo muy simple sólo muestra el detalle de una reja desde donde cuelga una jaula con un pequeño pájaro que, realizado en negro tajante, hace juego con la escritura del título de la obra”.
El ensayo de Rodríguez-Plaza cubre la evolución de los afiches desde que se elaboraban con técnicas artesanales hasta su producción con las refinadas herramientas que la tecnología pone hoy al alcance. El autor revisa además cómo se han integrado a la composición la escritura, la fotografía y la pintura, y el papel que exponentes de esas expresiones han jugado en su desarrollo.
“Como diestros manipuladores de ciertas técnicas plásticas y de inventiva, tales personalidades obtienen, muchas veces, resultados atractivos que terminan por completar la difusión perseguida. Quizás por razones históricas, las figuras artísticas que suelen sobresalir sean acá los fotógrafos, quienes han sabido manipular técnicas gráficas, pero también por haber sido gente que conoció desde dentro el oficio del teatro”, dice.
Uno de esos fotógrafos es Luis Poirot, autor de las imágenes que ilustran los afiches de obras como Topografía de un desnudo (1967), Nos tomamos la universidad (1969) y Art (1999). De los pintores, por otro lado, destaca a Roser Bru, “una artista que ama el teatro”.
“Su condición de investigadora visual la predispone a relacionarse con otras artes, en tanto que esos ámbitos distintos a su quehacer más característico le entregan datos de reflexión y figuras de tensión creativa”, comenta de la autora catalana, que realizó ilustraciones para afiches de montajes entre los que se cuentan Hamlet (1979) y María Estuardo.
En el presente, cuando el Teatro UC ha diversificado su oferta teatral a través de coproducciones y de montajes de agrupaciones invitadas, la elaboración de afiches ha contado con los sellos muy personales de autores como Guillermo Ganga, Joaquín Cociña, Javier Pañella y Alberto Montt, este último un ilustrador “que ha perfilado su creatividad y lucidez gráfica con la práctica”, según Rodríguez-Plaza, y que elaboró sus primeros carteles de teatro justamente en esta compañía. Entre sus colaboraciones se cuentan los afiches de Valdivia (2009), y Jemmy Button y Ciencia ficción (ambos del 2010). MSJ
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Fuente: Artículo publicado en Revista Mensaje N° 701, agosto de 2021.