Uno de los principales representantes de esa tradición de más de 500 años falleció en julio pasado, dejándonos el recuerdo de su tarea de difusión del guitarrón chileno y su incesante actividad en los encuentros del canto rural y las payas en el Valle Central.
La mañana fría de julio en que Francisco Astorga Arredondo es velado y despedido con misa campesina, el viento sopla primaveral a las 12.45 horas cuando su esposa Myriam Arancibia da las gracias a la comunidad y besa el ataúd frente a su casa de barro y madera, junto a la capilla de la localidad de El Rincón en la Punta de Codegua, Mostazal. El Pancho era, a juicio de todos, un “angelito” que secuelas de la pandemia se llevaron tras una dura batalla en el Hospital Regional de Rancagua, a los 61 años de edad.
Era el “santo de la tradición con su guitarrón” de muchas cuerdas y secretos que él explicaba en sus clases en la Universidad Metropolitanana de Ciencias de la Educación, UMCE, “como el instrumento chileno por excelencia del que solo Dios sabe su misterio y origen, porque se parece al laúd pero es distinto: es de aquí con sus veinticinco cuerdas”.
No lejos de la Punta, en la Hacienda La Compañía, los jesuitas desde fines del siglo XVI promocionaban la evangelización desde la oralidad de las décimas y el verso octasílabo.
Astorga vivió y revitalizó la tradición, combinando el legado colonial con la deriva de la vida y los reencuentros: una bandera mapuche se alza en la casa del pueta —payador y poeta, cantor y escritor— y dos cantoras con los trajes religiosos mapuches piden permiso y hacen la rogativa en una interculturalidad respetada por el párroco que había oficiado la misa. Parte del canto en mapudungú, al traducirlo, era también el canto a la Madre María, a la defensa de la tierra, el agua y el medio ambiente, lo que era preocupación creciente en la obra de Astorga.
Los cantores y las cantoras venidos de muchos lares y rinconadas del Valle Central, se ponen de pie y, reunidos por el grupo Chile Canto, le cantan al unísono la despedida para que luego alcance a almorzar la familia, porque si había algo importante y “católico” para el Pancho, eso era “almorzar y dar gracias por las tres cosas que amaba: la familia, el guitarrón de la tradición y la Iglesia católica”, según explica su esposa. Así, antes de recorrer el pueblo y reposar en el cementerio de Codegua, con un aromo a punto de explotar con su amarillo papal en la Escuela de la Punta, se escucha, triste y esperanzado, hacia los altos cielos:
Se ordena la despedida,
la despedida se ordena
con alegría y sin pena, sí, ay que sí,
sin pena y con alegría
Rosa Romero y el alelí.
Nos veremos otro día
otro día nos veremos.
Como el aromo crecemos,
crecemos como el aromo.
Cantores chilenos somos, sí, ay que sí,
somos cantores chilenos
Rosa Romero y el alelí.
DIVULGADOR DEL GUITARRÓN Y EL CANTO A LO DIVINO
Pancho Astorga dedicó su vida de profesor de educación musical a divulgar el guitarrón chileno, no obstante manejaba también los secretos y usos de la guitarra traspuesta y el rabel, instrumentos unidos en lo fundamental: el canto a lo humano sin perder lo divino.
Aprendió de muchos cultores del Valle Central —desde Putaendo y Casablanca, en Vaparaíso, hasta Portezuelo, en Ñuble— y a él le tocó formar nuevos payadores post ’73, como Manuel Sánchez y Hugo González. Legó, con una investigación a mediados de los años 1990, el libro Renacer del guitarrón chileno, un proyecto ejecutado en conjunto con el cantor y guitarronero Juan Carlos Bustamante. También se dedicó a reproducir y revivir la lira popular, que se propagó en Santiago en la segunda mitad del siglo XIX, incluyendo texto de Rosa Araneda, autora que en varios escritos resaltó el también investigador.
Desde la década de 1980 concurría a los encuentros del Canto a lo Divino que animaba con el padre Miguel Jordá en la Basílica de Lourdes y en el Templo Votivo de Maipú —así como a otros en Casablanca, Putaendo o Portezuelo—, convirtiéndose, desde esa vertiente del “canto a lo poeta”, en una figura internacional con visitas a diferentes países: España (1992), Argentina (1992), Bolivia (1995), Brasil (1998), Italia (2000), Israel (2000), Ecuador (2001) y Puerto Rico (2001). Sus biógrafos dicen que esa fecunda labor lleva a la Academia Chilena de la Lengua a reconocerlo con el Premio Oreste Plath, que previamente había recibido Margot Loyola.
PASTORAL JUVENIL Y PEÑAS CONTRA LA DICTADURA
Pancho Astorga admiraba al cardenal Raúl Silva H. y, con él, sabía que el alma de Chile se encontraba en la vida en fe y fraternidad del mundo campesino. En 1960, Astorga nació “cerruco” en Romeral de Pilay —una zona de grave daño ambiental por la sequía y el monocultivo— en la zona hacia la cuesta de Chada, el límite nororiente de O’Higgins con Santiago, por donde huyó el héroe tras la Batalla de Rancagua. De niño supo que Don Raúl y el obispo Manuel Larraín impulsaron la Reforma Agraria, dando testimonio con la distribución a campesinos de la casi totalidad de los fundos eclesiales. Defendió al Cardenal cuando lo acusaron de rojo por defender los derechos humanos y fue parte de toda la generación de Pastoral Juvenil que se fundió con el Canto Nuevo, los festivales a Jesús y las peregrinaciones a La Compañía y el Cerro San Juan de Machalí, donde se cantaba fuerte “el pueblo que gime de dolor”, “los cristos jóvenes que callen la metralla”, contra los Pilatos “que se lavan las manos”.
Francisco, como su hermana Cecilia, estuvieron en decenas de peñas y encuentros en parroquias, sindicatos, campamentos, escuelas y plazas a fines de los años setenta y durante los ochenta. Era la voz “rural” en las luchas y la reconstrucción de organizaciones campesinas, de las que participó como colaborador desde chiquillo, como el Movimiento Unido de Campesinos y Etnias de Chile, quienes lo recordaron porque su muerte removía los cimientos: “Las Gracias por tu humildad, tu sabiduría, tus enseñanzas, tu talento y tu amistad. Sabemos, como cantores, que esta no es una despedida, sino un hasta pronto. Porque estamos muy seguros de que estarás encabezando la gran rueda de Canto a lo Divino celestial junto a Dios padre. Tristes, en silencio, los dirigentes campesinos agrupados en MUCECH, ordenamos la despedida”.
CAMPESINOS AGRADECEN Y CLAMAN JUSTICIA
En las liras populares que Francisco repartía en las zonas de los mercados en Rancagua se daban las noticias de las luchas sociales, las alegrías y penurias de los campesinos, desde la tradición socialcristiana de su familia. Conocía bien a los cantores mapucistas, como el Hueñe de Rancagua y el Canela de Concepción, con su historia popular en décimas y la dignificación de “Agüita de la Perdiz”, una toma de terreno detrás del solemne campus de la Universidad de Concepción.
En las compilaciones del padre Miguel Jordá, lo divino (el Cristo) se encarnaba en las luchas y esperanzas de los de abajo, en la “Biblia del Pueblo” que amaba Pancho, como también en las numerosas compilaciones en las que él mismo participó, así como en la memoria con su gancho de Chancón, el cantor Salvita Pérez, ciego y lúcido con la voz diáfana, “la que nunca yo tendré”, nos comentó una vez Francisco risueño.
Su socialcristianismo militante le llevó muchas veces a cantar o “recitar el hablado” en importantes actos y ceremonias religiosas, donde valoró el ciclo de luchas estudiantiles por una buena educación sin diferencias, reclamando coherencia a los políticos y apoyo a las reformas, como lo hizo en el Tedeum del año 2017 ante la presidenta Bachelet.
En los encuentros de Canto a lo Humano y lo Divino, que organizó en la Punta de Codegua, siempre se escuchaban trinidades; ver, juzgar y actuar; denuncia, anuncio y testimonio; lo humano, lo divino y las dudas; lo internacional, lo urbano y lo rural.
LA CRÍTICA A LOS SACRÍLEGOS DE LA IGLESIA
El periodista Patricio Miranda de El Rancaguino recordó sus palabras en el Te Deum del 2018 al acaparar miradas y oídos cuando en la Catedral Metropolitana dio inicio a la ceremonia, y ante la mirada de la Jerarquía y del presidente Piñera hizo alusiones a los fuertes cuestionamientos hacia la Iglesia católica: “Mira tu pueblo, Señor, quiero la paz, el encuentro/ Pero el miedo está aquí adentro,/ Siento vergüenza y dolor/ Si juzgo al encubridor y abusador son culpables,/ Negarlo es inaceptable cuando el temporal arrecia/ En reconstruir la Iglesia, yo también soy responsable”.
El octosílabo final es decisorio de su vivencia y comprensión de la Iglesia como un pueblo que camina y donde la comunidad es corresponsable de limpiarla de “las mentes desquiciadas”. Esta mirada es parte del compromiso de su familia con la comunidad eclesial de base, la solidaridad y la comunión permanente, que explica que su padre Bernabé llegase a ser unos de los líderes nacionales de la Asociación de Comunidades Eclesiásticas de Base.
TRADICIÓN A MULTIPLICAR
Los académicos y estudiantes de la UMCE que hablaron en su sepelio comentaron el profundo amor que irradiaba Francisco Astorga, su sencillez y sabiduría, la generosidad para compartir “la tradición”. El director de la escuela enfatizó: “Los músicos no nos vamos, queda nuestra obra o interpretaciones. Francisco sigue con nosotros”. La UMCE decretó tres días de duelo oficial.
Por su parte, en O’Higgins se sumó el grupo literario Los Inútiles, fundado por Óscar Castro, y que desde la muerte del poeta celebra en su tumba cada 1° de noviembre un acto cultural donde Francisco Astorga, muchas veces a instancia de la escultora Ximena Burón, cantó versos del poeta de la comarca del jazmín o improvisó sus propias décimas en su honor. Allí en el Cementerio 1 de Rancagua donde se lee en la tumba: “tierra mía mi tierra… el día que tu entraña me absorba, te habré devuelto todo lo que te debo”. Muchos le vieron allí por última vez a pocos días del Despertar Social.
La Unidad de Patrimonio del Municipio de Rancagua le había declarado patrimonio intangible, aunque Francisco se reía y decía no hay nadie “más tangible que este humano”. Le acompañé en un “patio interior” del Barrio Estación a comentar la obra de Óscar Castro y la vida rur-urbana del Valle del Cachapoal. Él, menos retórico, aludió al campo, al alba, al junco en los canales, a los alelíes y al guitarreo, que el vate de la “vida simplemente” tanto amaba. La Asociación Nacional de Cantores a lo Divino, que él mismo presidiera, tuvo palabras para quien fuera uno de los pilares de su fundación: “Su gran legado cultural fue compartir sus conocimientos y, por sobre todo, traspasó valores humanos y cristianos a muchos jóvenes y adultos que tuvieron el honor de tenerlo y apreciarlo como maestro (…) Estamos muy seguros que estarás encabezando la gran rueda de Canto a lo Divino celestial junto a Dios padre, de la misma forma que encabezaste tantas ruedas acá en la tierra y que compartimos y disfrutamos como hermanos y admiradores de tu entrega y talento”.
En las redes sociales también se enfatizó mucho las condolencias del Foro Latinoamericano de Educación Musical y la del cantautor nacional Nano Stern: “Hoy el canto está de luto/ porque se va Pancho Astorga/ pero la muerte le otorga/ vida eterna en lo absoluto./ Permítanle este tributo/ a un humilde cantautor/ pa’ despedir con honor,/ con corazón y cabeza/ y gratitud y tristeza/ a un gigantesco cantor”.
Los cultores de la cueca chora y porteña, el Colectivo Payadores del Puerto en la palabra de Paulo Castán de Casablanca, lo sienten en código creyente: “Francisco Astorga, te vas/ y el tiempo se nos detiene/ con tu música que viene/ como una estrella fugaz./ ¿Por qué debe ser la paz/ así frente a tu dolor?/ Viajas al padre mayor/ que te recibe en sus brazos./ Mientras seguimos tus pasos/ adiós, maestro cantor”.
En el portal de la UMCE también resaltaron lo pícaro que fue con argentinos y brasileños cuando defendió en el MERCOSUR que el Canto a lo Poeta fuera declarado único: “La paya chilena tiene algunas características especiales; por ejemplo, nosotros hacemos brindis en décimas. Eso no se da en ninguna parte del mundo. Debe ser porque el vino chileno es muy bueno. Es inspirador (ríe)… Hacemos una forma que se llama el contrarresto, en el que uno improvisa una décima y luego la da vuelta. Eso es algo que ha llamado la atención mucho en Latinoamérica. La otra forma es la décima redoblada en la que uno dice una frase y después la dice al revés: ‘se ordena la despedida’ por ‘la despedida se ordena’, ‘con alegría y sin pena’, ‘sin pena y con alegría’”.
COLOFÓN: LIRA HUMANA DIVINA
El Pancho casi nunca dejaba con la mano estirada a quien le acercaba una copa de vino o el pan que por el campo es más tortilla de rescoldo o sopaipilla. Como buen “cristiano”, le cantó el Edén entre nosotros, como lo recuerda el sitio de la Asociación Nacional de Folklore de Chile, ANFOLCHI. Era un cantor “en el mundo”. Una vez intenté mediar entre él y César Castillo, el Tranka, quien en un combate de payas, puso en duda la virginidad de María, despertando las distancias con la familia Astorga, cuyos integrantes defendieron lo “sagrado”. Como la mítica pelea entre el Señor Javier de la Rosa y el Mulato Taguada, es probable que por altos cielos el debate siga.
Lo que sí sabemos es que Francisco Astorga expresa su fe en la alegría por lo humano y la adoración por Jesús del madero:
De aguardiente son los ríos
que cruzaban prados y valles.
En los pueblos por las calles
andan los chanchos cocidos.
Con los servicios metidos
que es tenedor y cuchilla
empedrados de tortillas
los caminos de artificio
se ven en los edificios
las tejas de sopaipillas.
Y para que leamos la tradición y la complejidad, el tributo al Cristo “verde” que un día compartió Francisco Astorga desde su corazón:
Te saludo alto madero
con los santos y patriarcas
Te saludo alto madero
con los santos y patriarcas
Los reyes y los monarcas
rinden culto a tu sendero.
El redentor verdadero
te eligió ciprés precioso
para que fueses reposo
flor pura de siempre viva
Verde fructífero,
sálvese lo misterioso. MSJ
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Fuente: Artículo publicado en Revista Mensaje N° 701, agosto de 2021.