Considerado como una de las voces imprescindibles de la poesía chilena, el fundador de Trilce destacó por sus esfuerzos en pro de acercar a escritores, lectores y culturas.
“La poesía, ¿para qué puede servir, sino para encontrarse?”, escribió Omar Lara en uno de sus poemas más emblemáticos: Encuentro en Portocaliu. Y esa fue la labor de este comprometido poeta, editor, traductor y gestor cultural chileno, hasta su muerte el pasado 2 de julio a sus 80 años de edad.
Nació el 9 de junio de 1941, en Nohualhue, un pueblo de la Araucanía, lejano a la escena literaria centralista, desde donde se impuso la tarea de llevar la poesía más allá de los límites. Su trabajo desde Temuco, Valdivia y Concepción, o desde el exilio en Lima, Bucarest y Madrid, lo puso al servicio de la difusión de la escena literaria nacional y de una identidad construida a partir del espacio público y defendida con honda pasión desde la frontera.
Según el antropólogo, poeta y director de la editorial de la Universidad Austral de Chile, UACH, Yerko González, Omar Lara desarrolla una obra integradora que rompe con la tendencia a negar la tradición, “deslizándose a través de un diálogo amistoso con sus ‘hermanos mayores’ de la poesía chilena —como Jorge Teillier y Enrique Lihn—, latinoamericana —César Vallejo, en primerísimo lugar— y de otros lares y lenguas, particularmente la poesía rusa y rumana. En esas síntesis y diálogos, su sello será la intimidad y sutileza: sus poemas traducen una voz tenue, alejada de toda grandilocuencia y alarido, pero dejando una honda y perdurable estela sensitiva y reflexiva”.
Mencionado varias veces como una de las voces imprescindibles de nuestra poesía, sus obras e impecables traducciones le han valido más de una veintena de premios y reconocimientos nacionales e internacionales, pero, para muchos —que hoy lo recuerdan con cariño y admiración—, faltó el más importante: el Nacional de Literatura al que fue candidato permanente.
En uno de los tantos homenajes para despedir al poeta, Juan Manuel Fierro, decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad de la Frontera —donde Lara inició sus estudios y en 2016 fue reconocido con el Premio Nacional de Poesía “Jorge Teillier”— recordó: “Omar fue y seguirá siendo uno de los grandes poetas de este país y se mantendrá vivo en su obra. Comprometido desde lo profundo con este `sur dorado’ tan lleno de desafíos e interrogantes. El poeta con su muerte retorna a sus territorios ancestrales que nunca abandonó. Solo recordar sus palabras: ‘Lo que una vez amamos, nos pertenece para siempre’”.
TRILCE: CONVOCANDO FRONTERAS
Omar Lara creció con sus abuelos en los campos de Nueva Imperial. Como él decía, no podría haber existido un escenario distinto para ver nacer su poesía, con la que inició una relación temprana animada por esos paisajes donde lo sobrenatural y mágico se integraba a lo cotidiano. Fue la visita del poeta sureño Juvencio Valle al liceo del pueblo lo que terminó por sellar una relación eterna y profunda: “Vimos lo diariamente visto, ahora a través de la mirada de este poeta que nos hizo —o me hizo— ver y sentir de otra manera la algarabía, el recogimiento, los olores y la densidad de nuestra geografía doméstica”, recordaba Lara años atrás en una entrevista publicada por la Universidad de Chile.
Fue así como al terminar el liceo ya había escrito su primer poema: Argumento del Día, que se publicaría dos años después. Con este texto entre las manos, llegó a estudiar Pedagogía en Castellano en la sede regional de la Universidad de Chile, en Temuco, pero pronto decidiría trasladarse a la Universidad Austral de Valdivia, donde estudió y trabajó como bibliotecario, llegando a ser director de la Oficina de Publicación y Radiodifusión.
Alentados por la efervescencia cultural de la Reforma Universitaria, en 1964 Omar Lara, junto a Carlos Cortínez, Walter Hoefler, Federico Schopf, Eduardo Hunter, Juan Epple, Enrique Valdés, Luis Zaror y, más tarde, Luis Oyarzún, funda el mítico grupo Trilce y la revista homónima, nombrada así en honor al mítico poema del peruano César Vallejo. Este “hito vital” —como el mismo Lara decía— lo posicionó desde su juventud como uno de los principales actores y promotores de la escena literaria nacional, publicando antologías y liderando el desarrollo de encuentros poéticos en el sur, tejiendo una identidad común, nacida desde las calles, provincias y fronteras. Esa misma identidad que fue desarticulada después del golpe de Estado en Chile, cuando muchos, incluido Lara, fueron detenidos y expulsados de su tierra.
El mismo autor aseguraba que Trilce fue convirtiéndose en una manera de relacionarse con sus pares y con el mundo, y sobre todo con la poesía. En este espacio de diálogo y convocatoria, no solo se congregaron poetas de su generación y de las precedentes, sino que también acudieron a sus encuentros fundantes escritores de otros formatos, como Antonio Skármeta, Poli Délano o Luis Domínguez; músicos, como Luis Advis, Los Jaivas, Inti Illimani; pintores, como Sotelo, Santos Chávez, Guillermo Deisler, y hasta cineastas, como Miguel Littin, Raúl Ruiz y Carlos Flores.
Según Yanko González, uno de los aportes fundamentales de Lara con Trilce es que logró transformar la recepción, circulación y descentralización de las letras chilenas y, al mismo tiempo, “abrió el centralizado y ensimismado campo literario reuniendo en y desde Valdivia, y de manera sistemática, las escrituras emergentes y mayores de la literatura nacional”.
EXILIO Y REDESCUBRIMIENTO
Tras el golpe de Estado chileno en 1973, Omar Lara es encarcelado por tres meses y luego obligado a dejar su país. Se embarca hacia Lima, y poco tiempo después viaja a Rumania, refugio para muchos chilenos en el exilio, donde vive durante diez años.
Lara recordaba sobre ese doloroso viaje: “Cuando me fui a Bucarest, iba yo muy mal dispuesto, muy dolido. Me sentía perdido. No entendía nada; las maletas estaban a medio abrir y cerrar, me negaba al idioma, como una forma de protestar. Pero llegó el momento en que debía enfrentar la situación y decidí que la única manera de hacerlo era a través de la escritura”. Su profundo hallazgo lo llevó entonces a estudiar Filología en la Facultad de Lenguas Romances y Clásicas de la Universidad de Bucarest, donde, en un acto casi liberador, comenzó a escribir intensamente y a traducir poemas de Jorge Teillier del español al rumano, y luego a poetas rumanos, como Marin Sorescu y Mihai Eminescu al español, descubriendo que la poesía también podía convertirse en un territorio de encuentro entre dos mundos, lenguas y culturas.
Ya en 1981 viaja a Madrid, donde refunda Trilce y crea Ediciones Literatura Americana Reunida (LAR) con un objetivo muy claro: recomponer el mapa literario chileno disgregado después del golpe, para rearticular el diálogo entre escritores chilenos y de la diáspora. Durante estos años, además, surgirán varias publicaciones y se organizarán importantes encuentros de escritores en París y Rotterdam.
A su regreso del exilio, Lara se instala nuevamente en el sur, pero esta vez en Concepción, donde llevó con él su editorial, abrió una librería y continuó editando Trilce, que ya con más de cincuenta años, no solo ha seguido siendo un hogar de relevantes autores y un referente obligado de la poesía latinoamericana, pues además su persistencia y reinvención es la propia historia del poeta comprometido, cooperativo y aglutinador: “Omar Lara siempre estuvo atento a nuevas voces y a publicar a nuevos poetas, así como a hacer talleres y diseminar la poesía por el mundo. La generación de los sesenta tiene una impronta congregante, solidaria y resistente que él encarnó hasta el final sin aspavientos y de manera ejemplar”, dice Yerko González.
PALABRAS PARA ENCONTRARSE
Su estadía obligada en Rumania marca un antes y un después en la poesía de Lara. De esta removedora experiencia surgen obras fundamentales como Las horas del lobo, o uno de sus míticos espacios poéticos: Portocaliu, al que refiere en varias de sus obras y que, para muchos, encarna ese lugar sin tiempo ni espacio donde se reúnen todos los paisajes que atraviesan al autor. Un Sur nostálgico y brillante, donde le fue posible encontrarse en la palabra más allá de las fronteras. Así lo expresa el poeta Tulio Mendoza en su texto Omar Lara o la nostalgia del mañana: “Su poesía es el lugar de encuentro: un territorio, un espacio que el poeta ha fundado como resistencia y refugio, como esperanza y gesto libertario, como hábitat de la ternura y la amistad, una ecología del espíritu en tiempos de penuria. ‘Portocaliu’ es el nombre, pero también ‘Trilce’ o ‘LAR’”.
Con su Sur a cuestas, a su ida y regreso, Lara se convirtió hasta sus últimos días en hogar de sí mismo y de otros, porque, como él mismo aseguraba: “Me es muy difícil separar mi yo biográfico total, mi yo histórico y social, de mi yo poético. La obra, pues, camina conmigo”. MSJ
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Artículo publicado en Revista Mensaje N° 701, agosto de 2021.