Dos producciones nacionales de intérpretes ya reconocidos ampliamente. Uno de estos discos atrae por su poesía y en el otro destaca su atractiva complejidad.
Debo confesar que muchas veces he fracasado en mi propósito de comentar en el mes de septiembre (que en Chile es el mes de la patria) producciones de músicos nacionales. La razón: simplemente, no dar con discos que me entusiasmaran lo suficiente. En el pasado he reclamado por la falta de información al res-pecto. Hoy en día sigo reprochando más o menos lo mismo, reconociendo mi propia comodidad en dejarme orientar solamente por los sistemas streaming. En ellos, lamentablemente, no abundan en novedades musicales de este tipo. Y, como todos sabrán, el recurrir a buscadores de internet lo único que puede aportar es información variopinta, desordenada y sin filtros de calidad. Así que esta vez soy mi propio filtro y comparto con ustedes mi selección.
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MANUEL GARCÍA: COMPAÑERA DE ESTE VIAJE, 2021
Hace varios años, viviendo ya en Santiago, primero oí hablar de Manuel García. Se decía que era “el Silvio Rodríguez chileno”. Busqué sus discos, que entonces eran solamente dos: Pánico (2005) y Témpera (2008) y los escuché con atención. Me encantaron, sobre todo el primero. Efectivamente, aunque suene algo simple e injusto, hay en él algo de Silvio Rodríguez, por esas canciones para guitarra sola y canto, llenas de poesía, de belleza elemental y a la vez de sofisticación. Siempre he alabado en Pánico —y es algo que disfruto cada vez que lo escucho— esa cualidad, que se da tan poco, de ser un disco “redondo”, hermoso de principio a fin, sin, para mi gusto, momentos disonantes. Tratando de ser justo, reivindico también a Témpera, como una digna continuación de lo comenzado en el disco anterior, aunque no lo pondría al mismo nivel. Ahora, después de toda una historia, con otros seis discos entre 2010 y 2019, en los que García ha experimentado nuevos derroteros, esta nueva producción es una verdadera vuelta a las fuentes. Debo decirlo: no he hallado en él la belleza de las canciones de Pánico, pero sí algo parecido, algo que se le acerca: guitarreos a ratos graciosos, a ratos sofisticados, melodías que limitan entre lo folclórico y lo cotidiano, y una poesía sin grandes pre-tensiones, que, por lo mismo, cautiva al oyente.
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NANO STERN & SIMÓN GONZÁLEZ: YA ES TIEMPO (HOMENAJE A CONGRESO), 2020.
Este es, a diferencia del disco de García, una producción que se caracteriza por la complejidad del proyecto. Por de pronto, la música del grupo Congreso es compleja por definición. Estamos hablando de un grupo que, con todas las vicisitudes de la vida y con los correspondientes cambios de integrantes, ha logrado perdurar por más de cincuenta años, con diecisiete álbumes de estudio y varios otros que reflejan algunas de sus innumerables actuaciones en vivo en Chile y en el extranjero. Pero esta larga historia ha seguido, según mi percepción, una sola línea musical, que, en todo caso, no es fácil de describir ni, menos, de definir. Con todo, desde sus primeros discos, Congreso se las ha arreglado para dejar adheridas al inconsciente colectivo algunas melodías entrañables. Y lo ha logrado sin caer nunca en fórmulas fáciles. Algunos observan que transitó, en este más de medio siglo, desde un rock de raíces folclóricas a un rock de claro tinte progresivo y con acercamientos al jazz. Eso ha dado como resultado lo que describí al comienzo como una música compleja. Parte de esta complejidad ha sido la capacidad de mantener encendida a lo largo de los años esa pequeña pero persistente luz de la raíz folclórica, como una constante de su propuesta, incluso en los momentos de mayor sofisticación.
En el disco que ahora presento, se reúnen dos jóvenes músicos, acompañados por la orquesta dirigida por Francisco Núñez, para acoger y recrear el legado de estos veteranos de la música chilena. Nano Stern es conocido como representante eminente de una nueva generación chilena que ha apostado sin dobleces por la música de origen o de inspiración folclórica. Simón González, guitarrista eximio, aporta no solo su talento, sino un ingrediente que en estos casos puede marcar la diferencia: es hijo de Sergio “Tilo” González, baterista y fundador de Congreso, y de la cantautora Mariela González. Si alguno quisiera tener algún indicio de la historia que aquí confluye, escuche la canción “En el patio de Simón” —del disco de Congreso Ha llegado carta (1982)—, que los padres del guitarrista compusieron antes de su nacimiento. MSJ
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Fuente: Comentario de discos publicado en Revista Mensaje N° 702, septiembre de 2021.