En más de alguna ocasión Ascanio Cavallo ha sido señalado como “el” narrador de la transición, en buena medida gracias a sus libros La historia oculta del régimen militar (1988), Memorias del cardenal Raúl Silva Henríquez (1991), Los hombres de la transición (1992) y La historia oculta de la transición: Chile 1990-1998 (1999). Más tarde lanzaría El poder de la paradoja. Catorce lecciones políticas de la vida de Patricio Aylwin (2006). Ahora, desde hace cinco años, junto a la periodista Rocío Montes está investigando sobre los años 2000-2010, “la única década en nuestro país gobernada por dos presidentes socialistas consecutivos”, según ha subrayado. En ese periodo se vivieron acontecimientos y se acumularon tensiones que ahora han asomado, y que estarán en un nuevo libro: al igual que los anteriores, una obra de periodismo, también de historia.
En septiembre pasado se le otorgó el Premio Nacional de Periodismo 2021. “Destacamos su producción bibliográfica y documental, y su labor como analista de cine, combinando la densidad intelectual con la práctica del periodismo”, indicó el Ministerio de Educación al hacer el anuncio.
La suya es una trayectoria de cuatro décadas, forjada tras egresar de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile en 1979. Fue director de la revista Hoy y del diario La época. Junto a sus libros, artículos y columnas, y su habitual participación en espacios de análisis político en televisión y radio, ha sido decano universitario, y es miembro de la Academia Chilena de la Lengua desde 2014.
—¿Cuál es su diagnóstico del actual estado del periodismo en Chile?
Ha estado muy debilitado en recursos, en alcances y en su concepción. Fue golpeado muy dramáticamente por la irrupción de las redes digitales. Después, por la pandemia. Si nos referimos a sus recursos económicos o a su financiamiento, veremos que los medios profesionales —uso esa distinción: no “tradicionales”, sino que “profesionales”— se han visto en serias dificultades.
OCTUBRE 2019: FALTÓ CALLE
—En general, en cuanto a la calidad del trabajo, en su misión de ser cuestionadora, ¿cómo ha visto a la prensa?
También está debilitada en ese ámbito. Eso se vio con mucha claridad el 18 de octubre de 2019 porque la gran parte de la cobertura ese día se hizo con una cámara fija en Plaza Italia. Y eso no es reportear. Hubo muy poca capacidad de que desde la sala de redacción se saliera a la calle, como cuando se sale en los momentos importantes. En general, había poco personal disponible.
—Sin embargo, respecto de lo ocurrido ese día y los siguientes, sí ha habido mucha investigación.
No la suficiente. Y hay que reconocer que ha habido más investigación desde las ciencias sociales que desde los periodistas. Un libro como Siete Kabezas debió haber sido escrito por un periodista. Los periodistas debimos haber hecho lo que hizo Iván Poduje: salir a la calle a tomar apuntes. Ese libro me duele en el alma porque me gusta mucho, pero siento que es una pega que alguien nos quitó a los periodistas.
MEDIOS E INTERNET
—¿Cuál ha sido el factor crítico en esto?
Esencialmente, la falta de recursos. Tal carencia venía registrándose desde la irrupción masiva de Internet, en un proceso en el que se dio algo de lo que la mayoría no nos dimos cuenta: comenzó el saqueo sistemático de los contenidos y su traslado en forma gratuita a las plataformas… ¿Cómo abordar eso? Soy bien contrario a regular los canales de expresión de la gente y de los medios. Es difícil, pero el mundo va hacia ese escenario. Hay varios modelos para ocuparse de eso.
—¿Alguno le parece de mayor interés?
Confío en lo que hace la Unión Europea. Regula la presencia de las plataformas internacionales, primero, por la vía de que estas sean empresas con aterrizaje local; es decir, que paguen impuestos. Enseguida, establece que estas lleguen a acuerdos con los medios para remunerarles los contenidos que toman de ellos. La fórmula para asignar un valor a esto siempre será discutible, pero al menos se sienta un principio, pues de lo contrario se desfinancia completamente la sala de redacción y, lo que es peor, se desfinancia a los más independientes, a los que no tienen mecenas.
UN PERIODISMO QUE INVESTIGUE UN POCO MÁS
—En el actual estado de cosas, ¿cómo podría el periodismo cumplir un mejor rol para favorecer un diálogo efectivo en Chile?
Esa es una tarea bien compleja… Lo que ha faltado en los últimos años es un periodismo que, junto con informar más, investigue un poco más. Por esa vía podría producir ambientes más reflexivos. Y producirlos con información dura. Advierto esto porque hemos estado viviendo desde hace un tiempo del periodismo de opinión. Este último socialmente es necesario, pero no es tan útil como el periodismo de datos, de hechos, de cuestiones confirmadas. No de juicios.
—¿Es posible que desde el Estado se generen iniciativas para la generación y sostenimiento de medios? En algún momento se habló de la opción de impulsar la creación de medios regionales.
Nunca me ha gustado el Estado como instancia de financiamiento de medios, porque siempre cobra algo. Pero sería interesante si se pudiera crear algún mecanismo imparcial no politizado y no ideologizado. Lo veo muy difícil, pero podría ser un camino. Sí encuentro extraño que en este debate participen poco las universidades, que en otros lugares son parte de las discusiones y tienen intervenciones que son conocidas.
—Una crítica recurrente en los debates sobre el estado de la prensa en Chile es el de la poca diversidad en la propiedad de los medios de comunicación.
En ninguna sociedad hay demasiada diversidad en la propiedad de los medios de comunicación, como sí la hay en otro tipo de productos, porque esta es un quehacer caro y no hay tanta gente disponible. Es cierto que tenemos un poco de más concentración, pero no creo mucho en las historias de la concentración duopólica o de ese tipo. El medio de mayor audiencia en Chile, durante muchos años, es TVN, que es estatal. Y eso ha sido así incluso durante la dictadura. No creo mucho en eso.
LIBERTADES Y NEGACIONISMO
—¿Qué contribución se puede hacer desde el periodismo para mejorar la calidad de los debates públicos en Chile? Una crítica es que el periodismo a veces se ocupa más de lo confrontacional que de los problemas de largo plazo.
Hoy se desarrolla en Europa, particularmente en España, Francia y Alemania, lo que se ha denominado “periodismo de ideas”. Aborda los temas de fondo y se mezcla un poco con la reflexión académica. Es una melange entre periodistas, intelectuales y académicos que producen juntos un material. En el sitio del diario El País se puede encontrar una sección que se llama “periodismo de ideas”. En el diario La Época eso funcionó, por lo menos durante los tres años en que estuve en la dirección. Operó, combinando un mínimo de periodismo con un gran volumen de aportes académicos e intelectuales, y otra gente. Lo que nosotros habíamos detectado —y que hoy está multiplicado por mil— es que había una gran producción de ideas y de materiales en el mundo privado. “Privado”: quiero decir también la academia, que en general no sale de su muralla. Es una tarea muy interesante y sería lindo que a alguien se le ocurriera armar un sitio en torno a ese concepto.
—¿Observa en Chile amenazas concretas a la libertad de expresión? ¿O eso está totalmente conjurado?
Yo pensaba que estaba totalmente conjurado hasta que algunos de los actores constituyentes me hicieron prender las luces de alarma, de nuevo. Ha habido amagos de restringir la presencia de la prensa en la propia Convención Constitucional. Y hay, por lo menos en una parte del Partido Comunista, el proyecto de crear una especie de “agencia central” que vigile los medios. Algunos lo han llamado “Consejo Regulador de Medios”. Eso no me gusta nada. ¡Eso es Chávez!… Tiene una clara intención totalitaria. No veo riesgo de que se vaya a establecer realmente, pero sí fue una idea que me puso alerta porque hacía mucho tiempo que no escuchaba de este tipo de cosas. Recordemos que el Consejo Regulador de los Medios ya existió en Chile: se llamaba Dinacos, instancia creada en 1973, tras el golpe de Estado. Se le olvidó a mucha gente.
—¿Cómo ve el debate acerca del negacionismo?
Pienso que esas son malas ideas que tienen efectos de censura y autocensura, que tienen un poco el efecto de inhibir el debate. Aprendimos con la Segunda Guerra Mundial que el ser humano puede llegar a unos límites que no conocíamos. Eso nos hizo pensar que en realidad podíamos concebir la idea de pensamiento abyecto, de pensamiento de odio, y que no podíamos permitir que eso florezca. Sin embargo, establecer esa restricción a las expresiones afecta la libertad individual. Hay ahí un equilibrio muy difícil de lograr, pero, tal como lo han planteado en el debate público en Chile, el negacionismo me parece un concepto muy mal pensado, muy liviano, y además tiene un propósito político.
—Podría plantearse que, habiendo conciencia de lo pernicioso que es para la sociedad que haya un mal debate —en el que incluso se manifiesten prácticas de cancelación— desde el mismo periodismo debía haber una actitud que colabore a superar eso.
Estoy totalmente de acuerdo. Hemos sido blandos en eso. A los periodistas se nos adormecieron las alertas. Las teníamos muy encendidas hasta que terminó el régimen de Pinochet, pero se nos fueron aletargando. Tampoco nuestras agrupaciones gremiales han cumplido esa tarea. Han estado concentradas en otros temas.
POPULISMO Y CALIDAD DE LA POLÍTICA
—Otro fenómeno es el populismo. Las nuevas autoridades, en un año muy complejo, como el próximo, van a estar sometidas a grandes tensiones. El periodismo, ¿cómo podría contribuir a que las expresiones del populismo no predominen?
Importa el rol de la prensa ante el populismo. La experiencia histórica muestra que este siempre ha estado asociado a un grado importante de autoritarismo. Y siempre eso termina en presiones sobre la libertad de prensa y de información. Esto fue así con Juan Domingo Perón, con el facismo italiano, con los nazis, en la Unión Soviética. Es así en Cuba, fue así con Trump —que no logró imponerlo completamente, pero iba para allá—, es así con Bolsonaro, es así en la Venezuela de Maduro… Miremos, por ejemplo, el combate de la familia Kirchner contra el diario El Clarín.
—En el caso de la prensa norteamericana, demostró capacidad de afrontar el populismo.
Ese es un buen ejemplo. Fue muy decisiva para demostrar que lo que Trump llamaba “los hechos alternativos”, en realidad eran mentira. Sin la prensa, Trump habría podido triunfar mucho más fácilmente con ese proyecto de “la verdad la tengo yo”. Hubo una prensa que, entre otras virtudes, fue mucho más sensible a los datos de lo que nosotros lo somos. Cuando un ministro chileno habla de datos, en general no le discutimos, sino que tendemos a creerle. Trump enseñó a la prensa estadounidense que no se le podía creer nada al gobierno.
—En Chile está, por ejemplo, el caso de los retiros del 10% de los fondos previsionales, en el que se ha criticado el pésimo nivel del debate. ¿Cómo puede contribuir la prensa?
Nuestro Congreso ha estado muy libre de la fiscalización de la prensa. Durante los años noventa estábamos muy atentos al Congreso y en general teníamos un Congreso de bastante buena calidad. En los últimos años, cambió la supervigilancia que se ejercía ahí. Entonces, efectivamente, hay muchos debates en los que la prensa no ha tenido ninguna importancia. Ni para chequear ni para verificar ni para contradecir. Ni para apoyarlo.
RECUPERAR Y DIVERSIFICAR LOS MEDIOS
—En conclusión, ¿qué desafíos debiera asumir el periodismo nacional para lograr un mejor estándar general?
Lo primero es recuperar el vigor de los medios: recuperar la naturaleza del oficio, en cuanto a que los profesionales con vocación se puedan dedicar a este y sean remunerados por eso. Ojalá, además, pudiéramos diversificar los medios. Lo tercero es mejorar las capacidades de investigación y de indagar la complejidad de los hechos. En lo posible, también, intentar innovaciones, como el periodismo de ideas, que he mencionado… Todo esto será una tarea paralela a la vinculación con las redes y las plataformas digitales, las que no deben ser vistas necesariamente como enemigas, sino como como tecnologías neutrales que son un nuevo instrumento para el periodismo, aunque es cierto que hasta el momento estas han actuado de una manera que —se podría decir— nos ha descolocado. MSJ
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Fuente: Entrevista publicada en Revista Mensaje N° 704, noviembre de 2021.