Pidamos la intercesión de San Ignacio. Que nosotros, como él, seamos transformados por el fuego del amor de Dios, convirtiéndonos en instrumentos de su gracia en nuestras familias, comunidades y más allá.
Cada 31 de julio, los jesuitas y la familia ignaciana nos reunimos para celebrar la fiesta de San Ignacio de Loyola, hombre que encarnó las palabras del Señor: “He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cómo me gustaría que ya estuviera ardiendo!”
La vida de San Ignacio nos enseña que para encender el mundo con el amor de Cristo, primero debemos dejarnos encender por su Espíritu. Este fuego no es destructivo, sino purificador y vivificante. Nos llama a dejar atrás las comodidades de la complacencia y aceptar los desafíos del discipulado con valentía y convicción.
La vida de San Ignacio nos enseña que para encender el mundo con el amor de Cristo, primero debemos dejarnos encender por su Espíritu.
Pidamos, pues, la intercesión de San Ignacio. Que nosotros, como él, seamos transformados por el fuego del amor de Dios, convirtiéndonos en instrumentos de su gracia en nuestras familias, comunidades y más allá. Esforcémonos por encender los corazones de quienes nos rodean, para que la llama de la fe y el amor por Cristo se extienda, trayendo luz a los rincones más oscuros de nuestro mundo.
En palabras de Ignacio a Francisco Javier: “¡Ve, prende fuego a todo!”. Que llevemos esta misión en nuestro corazón, encendiendo las llamas de la fe dondequiera que vayamos, hasta que toda la tierra se encienda con el amor de nuestro Salvador.
Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Photos.com, FreeImages.