Siempre se ha hecho así

No se puede uno anclar en lo que una vez funcionó, para vivir ya de rentas… Al mismo tiempo, la continuidad es valiosa. Continuidad de personas, conocimiento de contextos, y transmisión de aprendizajes.

Siempre. Qué concepto tan antipático. Y tan engañoso. ¿A quién no le ha ocurrido alguna vez? Llegas a un sitio donde te toca encargarte de la pastoral juvenil. Intentas proponer alguna novedad, un formato que te parece válido, una actividad que sabes que en otros lugares ha funcionado, o sencillamente algo que se te ocurre que podría ser útil, y cuando menos te lo esperas, algún guardián de las esencias deja caer el fatídico “aquí siempre se ha hecho así”. Entre las variantes están la crítica al joven por el mero hecho de serlo; o por no ser como eran los jóvenes que hacían pastoral hace cuarenta años; o el reproche al recién llegado por no ser “de aquí”; también la alusión constante al padre fundador —del movimiento, de la parroquia, del coro, de la actividad—; o la crítica desde la barrera encabezada por un “pues en mis tiempos…”. Y tú piensas que ojalá quien dice esto comprendiera que también estos de ahora son sus tiempos, y que tiene que tratar de entenderlos, porque las cosas han cambiado mucho en las últimas décadas. Y lo que valía hace cuarenta años, tal vez ahora no.

En el extremo opuesto está la tentación de los tira bombas. Llegas a un sitio, y en el minuto dos estás haciendo diagnósticos sobre lo mal que está todo, sobre lo mal que han trabajado quienes han estado hasta ti, sobre la necesidad poco menos que de acabar con todo lo anterior y empezar de nuevo. Lo que se viene a llamar el adanismo (o complejo de que contigo comienza una nueva era). Hasta que empiezas a comprender que está todo inventado, y que tus errores y aciertos de ahora también los vivieron esos a los que ahora no te has parado a escuchar.

En cualquier contexto pastoral, yo diría que es bueno que haya algo de continuidad, y que haya algo de renovación. Las dos cosas son necesarias. La renovación es una forma de ir escuchando el contexto, comprender que cambian los jóvenes, sus dinámicas, formas de expresarse, necesidades, búsquedas, la educación recibida… Todo cambia, y además cambia rápido, y por eso no se puede uno anclar en lo que una vez funcionó, para vivir ya de rentas hasta que el modelo se derrumbe de puro agotamiento.

La renovación es una forma de ir escuchando el contexto, comprender que cambian los jóvenes, sus dinámicas, formas de expresarse, necesidades, búsquedas, la educación recibida…

Al mismo tiempo, la continuidad es valiosa. Continuidad de personas, conocimiento de contextos, y transmisión de aprendizajes. Y continuidad que consiste en el conocimiento profundo de la propia tradición religiosa. No basta subirse al carro de la última novedad que uno ha visto en las redes y terminar replicando formatos. Hay algo más rico en la Iglesia, como son las distintas espiritualidades como diferentes caminos para vivir el evangelio. Es necesario encontrar el modo de que los formatos nuevos no olviden los elementos fundamentales que han de sostener un proyecto pastoral de acuerdo con una espiritualidad, una tradición y una historia.

La trampa es que distintas generaciones de pastoralistas se vean como rivales. “Estos jóvenes vienen a quitarnos el puesto”. O “estos mayores están atascados en el pasado”. Lo deseable, que sepan trabajar juntos en lo que convenga, y pasarse el relevo con generosidad y alegría cuando llega el momento.


Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Pexels.

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