Farid sueña con un futuro mejor y olvidar las duras realidades de su cotidianidad. Es un entusiasta niño de 13 años al que le encanta ir a la escuela todas las mañanas y al Centro Kafroun del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) por la tarde.
Farid* vivía en Der-Ezzor, en el este de Siria, con sus padres y 6 hermanos. “Al igual que otras familias en el área, teníamos una vida bastante estable”, recuerda con nostalgia. “Mi padre era ingeniero y mi madre trabajaba como enfermera. Cuando estalló la guerra en Siria, quedamos sumidos en el miedo y la inseguridad. En 2015, nos vimos obligados a huir a la zona rural de Tartús, dejando atrás nuestros recuerdos y todo lo demás”.
Después del desplazamiento, su situación empeoró. Alquilaron una casa pequeña. Un poco más tarde, el padre de Farid fue trasladado al otro lado del país por motivos de trabajo, pero la familia tuvo que permanecer en la zona rural de Tartús.
“Para ayudar a mi familia a llegar a final de mes, encontré trabajo en un restaurante. De la noche a la mañana me convertí en un ‘hombrecillo’”, dice Farid.
El padre de Farid pidió a su madre que cogiera a los niños y se reuniera con él. Terminaron peleando porque ella no podía hacerlo. La madre de Farid regresó a Der-Ezzor con el muchacho y sus hermanos, pero, después de un tiempo, Farid regresó a la zona rural de Tartús a vivir con uno de sus parientes. En apenas unos meses toda la familia quedó separada.
Un día, Farid escuchó que sus amigos hablaban del Centro Kafroun del JRS y de la gran variedad de actividades educativas y recreativas que allí se ofrecían. El centro era exactamente el lugar donde Farid sentía que sus sueños podrían realizarse, ya que nadie más parecía poder acompañarlo en sus estudios. Con una sonrisa en el rostro y un brillo en los ojos, dice: “Mi sueño se hizo realidad cuando me matriculé en el Centro Kafroun del JRS”.
Durante sus primeros días en el centro, Farid hablaba mucho y prestaba poca atención; sin embargo, pasados cinco meses el personal notó un cambio positivo en Farid: era más aplicado en sus estudios, estaba más atento en general y colaboraba más con sus amigos.
Compartiendo su experiencia, Farid dice: “Me gusta este centro del JRS; agradezco a todos mis hermanos y hermanas toda la atención y el seguimiento que me dan. Ahora tengo muchos amigos aquí y me siento muy feliz conmigo mismo. En particular, estoy agradecido por todos los ánimos que recibo para aprender francés. Hace poco, no podía leer ni entender una sola palabra en francés; hoy, sueño con ir a la universidad para convertirme en profesor de francés algún día”.
Farid es uno de los muchos niños sirios que han experimentado la vida en su peor momento. Sin embargo, con determinación, espera hacer realidad sus sueños de un futuro mejor y más feliz. ¡Que la guerra no destruya sus sueños!
* Los nombres y detalles identificativos han sido cambiados para proteger la privacidad de las personas.
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Fuente: http://es.jrs.net