Tres mujeres víctimas de la trata, tres historias de dolor y rescate. Elisabetta Larosa, directora del documental “Sue”, opta por pasar a un segundo plano y dejar que Joy, Rita e Isoke hablen por sí mismas del engaño, la esclavitud, la desesperación, pero también de la fuerza para pedir ayuda, el valor para seguir adelante, la esperanza de un futuro nuevo y mejor. La directora utiliza la cámara para investigar los rostros, captar una lágrima o un destello en la mirada, la gracia antigua de un gesto o un paso de danza, comenzando a filmar cada una de las tres historias en blanco y negro, para luego iluminar la pantalla con color cuando la historia pasa de la oscuridad y la grisura de la resignación al asombro de redescubrir la belleza de la vida.
La directora utiliza la cámara para investigar los rostros, captar una lágrima o un destello en la mirada, la gracia antigua de un gesto o un paso de danza, comenzando a filmar cada una de las tres historias en blanco y negro.
UNA DANZA DE LIBERACIÓN
Joy, la primera mujer en contar su historia, fue engañada por un amigo de la familia. Vivió en un lager en Libia, cruzó el mar, se encontró en la calle para pagar una deuda paradójica, pero, gracias a la intervención de un policía, conoció a una comunidad de monjas que la ayudaron a salir de la esclavitud, a rehacer su vida de estudio y trabajo. Le gustaría ser psicóloga y ayudar a otras mujeres que, como ella, son víctimas de la violencia, la resignación y el miedo. Baila sola mientras cocina, y con la máquina de coser compone coloridas flores a partir de retales de tela sobrantes: cualquier retal puede convertirse en una flor.
CAMINAR CON VALENTÍA
Rita tiene el aspecto de una jovencita, pero tiene un hijo adulto. Solo habla de una experiencia de dolor, pero no entra en detalles. Camina, camina sin cesar. Trabaja como asistente social con ancianos, se ríe con ellos, les ofrece y se gana su confianza. Repite varias veces las palabras “valor” y “fuerza”. Luego descansa sola en un parque, sobre la hierba, acariciada por el sol. Isoke llegó a Europa desde Nigeria en avión, primero a Inglaterra, luego a Francia y finalmente a Italia. Pero su cautela no la salvó de la trampa de una deuda absurda, la violencia y la explotación sexual. Fue la primera en denunciar públicamente la trata de mujeres procedentes de Nigeria, ahora es presidenta de la Asociación de Víctimas y ex-Víctimas de la Trata, y ofrece a otras mujeres atención, refugio y protección. Todavía tiene miedo, confiesa. Pero danza en la orilla del mar, libre. Tienen una voz resuelta, estas mujeres, y ojos heridos.
Fuente: www.vaticannews.va/es / Imagen: Pexels.