Una mirada “agradecida, crítica y esperanzadora” presentó el Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile en una declaración a propósito de los cincuenta años de la promulgación de la Ley de Reforma Agraria en Chile.
El texto, dado a conocer el lunes 31 de julio, afirma que el proceso de la reforma agraria “quiso avanzar hacia una más justa retribución y el mejor aprovechamiento de las tierras agrícolas, creando una serie de entidades que, a través de la asistencia técnica y crediticia a los campesinos, buscaban promover una mayor justicia social en el mundo rural”, a la luz de la enseñanza social de la Iglesia.
Añade que la reforma de la propiedad de la tierra fue considerada por la Iglesia como una necesidad política y una obligación moral. Un proceso que fue apoyado y acompañado, entre otros, por grandes pastores como monseñor Manuel Larraín Errázuriz y el cardenal Raúl Silva Henríquez, y suscitó el compromiso de consagrados y laicos que veían en esas reformas sociales un camino necesario para lograr una mayor justicia social.
MIRADA AGRADECIDA, CRÍTICA Y ESPERANZADORA
La Iglesia valora el proceso de reforma agraria con agradecimiento “porque, tras una larga espera marcada por la marginalidad y la inseguridad, muchas familias campesinas accedieron a la propiedad de la tierra y con ella a una vida más digna y libre”.
Pero la visión también es crítica “porque se avanzó hacia una redistribución más justa de la propiedad, pero no faltaron improvisaciones y aprovechamientos que generaron situaciones de confrontación y de violencia”.
Sin embargo, el horizonte de la mirada debe ser fundamentalmente esperanzador, “porque muchos miles de pequeños y medianos propietarios conservan la tierra que recibieron, viven con dignidad y aportan a la vida, la cultura, el desarrollo social y económico de Chile”.
El Comité Permanente del Episcopado, citando la Carta Pastoral de los Obispos a los hombres y mujeres del campo, del año 2007, subraya que las situaciones nuevas exigen respuestas nuevas que tengan en cuenta la historia del mundo rural, su cultura y sus valores. En ese sentido, plantean que, “a la luz de los signos de los tiempos, de la situación actual de la propiedad de la tierra en el mundo rural y del llamado del Papa Francisco a cuidar la ‘casa común’, es urgente llevar adelante nuevos programas y políticas que ayuden a las familias y a las nuevas generaciones de jóvenes a ‘amar su tierra y a quedarse’ en el mundo rural y progresar dignamente”.
Al mismo tiempo, expresan que fortalecer el protagonismo de quienes desarrollan su vida cultivando la tierra, “puede ser un seguro contra la excesiva concentración de la propiedad de la tierra, el monocultivo y la tecnocracia que están agrediendo gravemente la biodiversidad. Los pequeños y medianos propietarios tienen también un aporte insustituible en temas tan centrales como la seguridad alimentaria, la solidaridad entre las generaciones, el cuidado de la familia y de la Creación de Dios”.
— Ver texto completo de la Declaración.
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Fuente: www.iglesia.cl