Trazos de escritura para Jueves Santo

Debemos descoincidir el Jueves Santo, es decir, quitarle todo ese sentido ingenuo que podemos haberle impuesto. La Pascua no es ingenua.

El poeta Leonard Cohen dice: “Estamos solos/ hasta que cambien los tiempos/ y todos aquellos que han sido traicionados/ regresen, como peregrinos, a este momento,/ en que nos negamos a darnos por vencidos/ y a llamar poesía a la oscuridad”.

La noche del Jueves Santo es la experiencia de la oscuridad.
La noche de la soledad.
La noche del gemido del Cristo: ¡Padre si es posible…!

Juan de la Cruz experimentó su “noche oscura”, la noche de la crisis, la noche de la ausencia de palabras, la noche de la falta de estabilidad: “¿A dónde te escondiste, Amado?”.

La noche del Jueves Santo, de esta noche, es el momento en donde lanzamos con fuerza la pregunta por Dios, la pregunta a Dios, la pregunta por dónde está Dios.

La experiencia de Getsemaní es adentrarse en el desamparo. Pero no es entrar al desamparo como idea de desamparo, es entrar en el desamparo con la vida desamparada.

Nuestro desamparo
El desamparo de Cristo
El desamparo de los discípulos
Incluso del desamparo de Judas.

El poema de Manuel Naranjo Igartiburu dice: “Es acerca de habitar la incertidumbre. De sucumbir y quemarse los ojos para reconocer lo que vela la transparencia”.

Habitar la incertidumbre: discípulos dormidos, el gemido y la protesta visceral de Cristo, la persecución del justo. El Jueves Santo nos expone a la experiencia del límite. Es la experiencia de la oración, de la plegaria como límite.

Nuevamente el poeta Manuel Naranjo: “Esta oración es un grupo de peregrinos que atraviesa el desierto. Esta oración es el vestigio de una batalla que se perdió para siempre en la penumbra”.

Dios en la intemperie
Dios en la penumbra
Dios en la sombra
Dios en la noche

La oración en medio de la noche, en medio de la intranquilidad, en medio del sudor de sangre. ¿Adquiere un valor distinto esa oración intranquila?, ¿qué quiere decir para nosotros esa oración intranquila?

Raúl Zurita: “Yo mismo seré entonces una Plegaria encontrada en el camino”.

Algo se rompe en la noche del Jueves Santo: a los discípulos se les rompe la estabilidad; a Judas se le rompe la conciencia; a Cristo se le rompe el alma. Nuevamente Zurita: “Y era tu vida rompiéndose y era tu amor perdido y era el desierto infinito de tu corazón”.

Algo se rompe en la noche del Jueves Santo: a los discípulos se les rompe la estabilidad; a Judas se le rompe la conciencia; a Cristo se le rompe el alma.

El Jueves Santo comienza el shock emocional de los discípulos: “Y lo dejaron solo y huyeron…”, “heriré al pastor y se dispersarán las ovejas”… (Mt 26), “¿eres tú uno de sus discípulos? No, no lo soy” (Jn 18). La reacción del miedo es correr. La noche del Jueves Santo es la noche del miedo. Y tener miedo es signo de nuestra condición humana, de nuestra condición desamparada.

La pregunta por Dios en medio del desamparo.

¿A dónde te escondiste Amado?

Juan de la Cruz se siente abandonado de Dios, así como Jesús se siente abandonado de Dios, así como nosotros nos hemos sentido abandonados de Dios.

La noche del Jueves Santo marca la protesta humana contra Dios en el momento del dolor: “¿Por qué me has abandonado?; Gabriela Mistral en “Nocturno” dice: “Padre nuestro que estás en el cielo, ¿por qué te has olvidado de mí?”.

Nuevamente Zurita: “Nunca nadie escuchó ruego más ardiente que el de sus labios estrujándose contra sus brazos”.

Ser plegaria
Construir el ruego ardiente
Arriesgarse en medio del ruego
Reconstruir el ruego de Getsemaní

Pensar el ruego y pensar a Dios involucrado en el ruego.

Pensar el ruego desde una ruptura con la imagen tradicional del ruego: ya no es de pie, ahora es cayendo sobre sí mismo, cayendo con el rostro en el suelo, cayendo…

El Cristo de Getsemaní no reza como quien tiene todo resuelto: reza en la lógica del abatido: como Abel cuya sangre gritaba desde la tierra, como el gemido silencioso de Ismael, primer hijo de Abraham en el desierto, con el gemido de Israel en Egipto, con la protesta de Job. Hay que entender el gemido como oración a partir del elenco de gemidos de toda la Sagrada Escritura. Es pensar lo que la Escritura expresa en los tiempos del destierro: “¿Por qué te olvidas completamente de nosotros y nos abandonas por tan largo tiempo?” (Lam 5,20) y el salmista dice: “¡Dios, no guardes silencio! ¡No calles, Dios!, ¡ni te estés quieto!” (Sal 31,1; Hab 1,1-2).

César Carbullanca (2022) comentando estos gemidos: “No se trata de silencios mentales o subjetivos, sino de fracturas contextuales, políticosociales ante la catástrofe nacional”. Y, en otro lugar, el mismo Carbullanca (2022): “Son los profetas los que preguntan a Dios en tiempos de crisis y las preguntas: hasta cuándo o por qué del sufrimiento de los justos son interrogantes hechas desde el borde de la realidad, desde el lugar histórico del silencio”.

El grito de Jesús y el grito de los profetas
De los justos
De los hombres y mujeres
El grito y la pregunta
La pregunta y su respuesta

Debemos descoincidir (F. Jullien) el Jueves Santo, es decir, quitarle todo ese sentido ingenuo que podemos haberle impuesto. La Pascua no es ingenua. La Pascua es la experiencia del destierro, del éxodo, de la salida, de la muerte, del grito y del gemido. Hay que aprender a repensar qué entendemos por Jueves Santo.


Imagen: Pexels.

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