Sanación versus confrontación. Ciencia y verdad versus superstición y engaño. Inclusión versus exclusión.
Han pasado casi dos semanas desde que se confirmara el triunfo de Joe Biden en Estados Unidos. Y a pesar de las bravatas de Trump, de sus amenazas y berrinches, Estados Unidos se prepara para una nueva época. Y entra en ese tiempo con un encuadre narrativo diametralmente opuesto al de Trump. ¿La apuesta? Contribuir a una conversación menos polarizada y desacreditar la posverdad, la superstición y el enfrentamiento como formas de autoridad.
1. Sanación versus confrontación
Durante la campaña, Biden definió estas elecciones como “una batalla por el alma de la nación”, en lo que sería el marco más relevante de la contienda. Biden retrató a Estados Unidos como una sociedad dividida, herida, que necesitaba desesperadamente un liderazgo de unidad y no de división. La idea de ser capaces de asumir las diferencias sin confrontación fue clave en su triunfo, como lo fue el no enganchar con los insultos y juegos de Trump.
En la noche del triunfo, el presidente electo volvió al concepto del alma, diciendo que era “tiempo de sanar” el alma de Estados Unidos. Kamala Harris, la vicepresidenta electa, reforzó esta idea en su discurso y describió a Biden como “un sanador”, que es una metáfora de doble lectura, dada la contingencia del Covid-19, que ha afectado dramáticamente a Estados Unidos.
2. Ciencia y verdad versus superstición y engaño
Esta campaña estuvo marcada por la crisis del Covid-19, una crisis a la que Trump se demoró en reaccionar, menospreciándola, promoviendo tratamientos riesgosos y demorando las medidas necesarias para contener su expansión.
Kamala Harris planteó el triunfo de la esperanza, la unidad, la decencia, la ciencia y la verdad en su discurso. Joe Biden usa la figura de su esposa, profesora, para mostrar hasta qué punto el panorama cambia, y es la razón, la seriedad y el trabajo lo que llega a la Casa Blanca, revistiendo de rigor la tarea que emprende.
3. Inclusión versus exclusión
El asesinato policial de George Floyd, y el movimiento “Black Lives Matter”, que se extendió por todo el país, marcó una elección en la que la cuestión racial estuvo más presente que en las anteriores. La inclusión de Kamala Harris, una reconocida activista por la equidad de trato, apoyó la figura de un Biden, cuyo apoyo a las comunidades afroamericanas estuvo en entredicho.
Biden se tomó el tiempo de agradecer a todos los ciudadanos, a todas las minorías y especialmente a la comunidad afroamericana: “You always had my back, and I’ll have yours”, dijo, en alusión a la acogida y la protección que encontró su candidatura en esos contextos, y estableciendo un compromiso de respeto y reivindicaciones.
En cada una de esas áreas, hay una dimensión ética que toma la delantera, y es la lógica de la decencia como capital político y como atributo de narrativa. Un atributo “blando”, que normalmente se cree tan básico que no se nombra, ha entrado a la palestra como uno relevante, así como la empatía y la capacidad de articular. Una lógica muy en la línea de otros liderazgos, como el de Jacinda Ardern, cuyo lema de los últimos meses ha sido “sé fuerte, sé amable”. MSJ