Hace 60 años concluyó el Concilio Vaticano II. En él, la Iglesia se dio a sí misma una orientación evangelizadora de vastas proporciones. Desde entonces, es posible evaluar cuánto ha sido fiel a ese propósito. ¿Ha cumplido con lo que se propuso? ¿Lo ha hecho de un modo creativo?
Se introdujo en la pastoral la necesidad de atender a los tiempos para anunciar el Evangelio de manera pertinente. Hoy se exige la revisión del rol de sus autoridades, la descentralización y una praxis cristiana que se haga cargo de la catástrofe ecológica.