El presidente de Estados Unidos se ha apartado de muchos patrones básicos de prudencia de la diplomacia moderna y permite un grave retroceso en materia de seguridad nuclear.
El presidente Donald Trump sorprendió, durante su campaña, por el deseo de entablar buenas relaciones con Rusia. Como candidato de la derecha dura republicana, estuvo en este punto más cerca de “las palomas”. Ello frente a los demócratas, liderados por Hillary Clinton, que asumieron posturas más propias de “los halcones”, para usar la metáfora empleada en Washington. Así aparecían cruzadas las líneas tradicionales. Tan conciliatorios fueron los planteamientos de Trump hacia el presidente Vladimir Putin, que despertaron sospechas de que tenía algún acuerdo bajo cuerdas con Moscú.
Sin embargo, una cosa es lo que indica la lógica y otra son los hechos. En el caso del actual gobernante estadounidense, es difícil saber a qué atenerse siguiendo sus declaraciones. En su reciente mensaje a la nación ante el Congreso, dijo que ansiaba la paz, pero solo días antes había expresado el deseo de que Estados Unidos “comience a ganar guerras una vez más”. A lo largo de su campaña caricaturizó a su país como un perdedor en el campo bélico y prometió que daría nueva musculatura a las Fuerzas Armadas. En uno de los debates presidenciales Clinton le preguntó cuál era su estrategia para combatir al Estado Islámico y Trump le respondió que no era tan estúpido como para divulgar al enemigo sus planes. Así, se refugió en el necesario secreto operativo para eludir pronunciarse sobre el enfoque estratégico. Su estilo es guardar el mayor número de cartas bajo la manga.
Dado que las intenciones de Washington son brumosas, un buen indicador es analizar el gasto bélico para deducir cuáles son las prioridades. El anuncio del nuevo presupuesto bélico, que deberá regir el 2018 si es aprobado por el Congreso –donde Trump tiene mayoría en ambas cámaras– prevé un aumento de 10%. Es un incremento de US$ 54 mil millones: alrededor de once veces más de todo lo que gasta Chile en Defensa en un año. Ese solo aumento equivale casi al presupuesto militar anual ruso, que es de US$ 58 mil millones.
Washington destinará la friolera de US$ 603 mil millones a aprestos bélicos.
Sin embargo, la fuerza de los países para imponer su voluntad sobre otros Estados depende de varios factores, además del militar. Cuentan la fortaleza económica, la amplitud y efectividad de sus alianzas internacionales, y también el llamado “poder blando”. En él destaca la diplomacia, así como la capacidad de persuadir a los pueblos de que se tiene una causa justa, entre otros factores. Muchos de estos últimos factores, parecieran ser descuidados en los lineamientos anunciados por Trump.