La Corte Suprema de los Estados Unidos aceptó pronunciarse sobre el veto contra inmigrantes islámicos y mientras tanto permite su aplicación. El presidente faltó a la cena que celebra el fin de Ramadán.
Dos noticias que en nada ayudan a las relaciones de los Estados Unidos con los miembros del islam. La primera es que la Corte Suprema decidió por unanimidad aceptar el caso del veto migratorio contra los ciudadanos de Irán, Libia, Somalia, Siria, Surán y Yemen. Los jueces aceptaron la aplicación de las limitaciones de ingreso, en espera de pronunciarse sobre el caso. La prohibición de ingreso se aplicará en caso de que esos ciudadanos no tengan un vínculo fiable con “una persona o entidad de los Estados Unidos”.
Desde el gobierno se lo considera como una victoria, luego de una secuencia de reveses en los tribunales de varios Estados que hasta ahora habían frenado el veto, ante la posibilidad de que sean violadas normas constitucionales. Eso obligó al Ejecutivo a mitigar las prohibiciones, antes indiscriminadas. El veto, con la salvedad mencionada, suspende 120 días el programa de refugiados y paraliza durante otros 90 la concesión de visados a ciudadanos de los seis citados países, todos de mayoría musulmana.
El pronunciamiento del máximo tribunal llega luego de que fuera aprobado el pliego del noveno juez que lo integra, un conservador cercano a las ideas del presidente Trump.
Lo irónico (o trágico) de esta decisión es que entre los seis países no aparecen los que realmente financian, apoyan y difunden el terrorismo, como Arabia Saudita o Qatar. Al tiempo que ni los sirios ni los iraníes se caracterizan por organizar atentados. Del resto de los países vinculados al terrorismo, a menudo hay pistas que llegan hasta los servicios de inteligencia de los Estados Unidos.
El segundo gesto del presidente Trump ha sido el de interrumpir una tradición que se remonta a 1805: la cena que celebra el fin del Ramadán, el mes de ayuno y de oración practicado por el mundo islámico. Es la primera vez en veinte años que un presidente deja de acoger esta cita oficial, a la que acudían políticos, diplomáticos e importantes representantes del islam. Incluso tras los atentados del 11-S, George W. Bush asistió para demostrar que el combate de su país era contra el terrorismo y no la religión.
La presencia de Trump a la cena ha sido reemplazada por un comunicado que deja descontenta a una comunidad representada por millones de ciudadanos estadounidenses. Y es difícil no catalogarla entre las descortesías, en tiempo en que la islamofobia hace su aparición con cada vez mayor frecuencia. Y su reciente opción por ampliar la fractura existente entre sunitas y chiitas en el mundo, se enmarca en esta peligrosa y poco sabia actitud. Posiblemente, fruto de un gran desconocimiento.
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Fuente: http://ciudadnueva.com.ar