Uganda: la consolidación de la paz une a refugiados y comunidades de acogida

La reconciliación es esencial para el trabajo del Servicio Jesuita a Refugiados con las personas desplazadas, y las oportunidades para promover la paz y la comprensión en diversas sociedades son fundamentales para responder al llamamiento del Papa Francisco de construir comunidades de encuentro y hospitalidad.

“Necesitamos que nuestra comunidad se transforme y se convierta en una comunidad pacífica donde no haya ningún conflicto violento”, dice Bosco Geri, de 28 años, líder de la comunidad del asentamiento de refugiados de Pagirinya, distrito de Adjumani, en el norte de Uganda.

Bosco fue uno de los participantes de un taller comunitario de facilitadores de paz, organizado por el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) en Pagirinya el pasado octubre. El taller fue el primero de los seis programados para llevarse a cabo en los asentamientos de refugiados vecinos, así como en comunidades de acogida cercanas.

Los talleres, facilitados por miembros de Friends of Kids and Youth International (FKYI), formaron en habilidades, competencias y motivación para que los líderes promovieran la paz y la armonía en sus respectivas comunidades. Fueron particularmente relevantes para los asentamientos de Adjumani, donde sigue el conflicto interétnico entre los refugiados de Sudán del Sur. En los últimos años, estos conflictos han empeorado debido a la escasez de recursos al tener que compartirse tierras y servicios sociales entre los refugiados y sus comunidades de acogida.

En Pagirinya, que alberga a más de 30 mil refugiados, el conflicto es doble. En primer lugar, lo hay por los recursos entre locales y refugiados. Con solo 600 pobladores locales en la aldea cercana, la mayoría de los cuales sobreviven de una agricultura de subsistencia, la comunidad de acogida se siente cada vez más amenazada por los recién llegados.

En segundo lugar, este asentamiento en particular tiene un alto nivel de violencia doméstica, que se ve alimentado principalmente por supuestos desequilibrios de poder familiar y toxicomanías.

Este último taller fue el primer paso para involucrar a líderes y miembros de la comunidad para que reflexionen sobre las dos manifestaciones de la violencia en su sociedad y comiencen a explorar soluciones. Al final del taller, los participantes diseñaron un plan de acción de tres meses que continuará hasta marzo de 2018.

“Hubo talleres sobre consolidación de la paz por parte de otras agencias en el asentamiento, pero la comunidad anfitriona no fue invitada. Por primera vez este taller de construcción de paz del JRS involucró a las comunidades anfitrionas”, dice un comandante local y de campamento en Pagirinya, indicando por qué este taller fue revolucionario y único.

Beatrice, otra participante, se sentía feliz de haber aprendido a centrarse en las cosas que unen a la comunidad, en vez de dividirla: “…las cosas que nos conectan son las escuelas; incluso no habiendo una buena relación, nuestros hijos van a la misma escuela. El mercado también nos conecta… y los jóvenes juegan al fútbol juntos”.

Los participantes del taller solicitaron al JRS que siga facilitando el diálogo comunitario y la coexistencia pacífica en la región.

La reconciliación es esencial para el trabajo del JRS con las personas desplazadas, y las oportunidades para promover la paz y la comprensión en diversas sociedades son fundamentales para responder al llamamiento del Papa Francisco de construir comunidades de encuentro y hospitalidad.

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Fuente: http://es.jrs.net

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