Érase una vez
un lobito bueno
al que maltrataban
todos los corderos.
Y había también
un príncipe malo,
una bruja hermosa
y un pirata honrado.
Todas estas cosas
había una vez,
cuando yo soñaba
un mundo al revés.
José Agustín Goytisolo (1928-1999)
Sin duda muchos conocéis este poema titulado “Érase una vez”. En él, con esa belleza solo los poetas pueden destilar, el autor nos presenta un mundo al revés.
Si nos paramos a pensar, si escuchamos el evangelio con honestidad (sin domesticarlo), si dejamos que las palabras y la vida de Jesús nos toquen el corazón… veremos que lo que nos propone es, precisamente, eso, un mundo al revés.
Si escuchamos lo que dice debería de sorprendernos que «hay más alegría en dar que en recibir»; que «no he venido a ser servido sino a servir»; que «quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos»; que «el que quiera ganar su vida la perderá, pero el que la pierda por mi causa la ganará»; que «hay más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos»; que hay que «amar a los enemigos»…
Lo dicho, un mundo al revés…
En el mundo que Jesús sueña los pendencieros, los prepotentes, los pagados de sí mismos, los que van avasallando y machacando, los que están encantados de haberse conocido, los que manipulan, los que no son capaces de compadecerse con los que sufren, los que creen que son los más católicos, los campeones de la fe, los que miran por encima del hombro a los pequeños, a los débiles, a los que nadie quiere… todos estos «figuras» no ocupan/mos los primeros puestos.
Muy al contrario, los pobres, los débiles, los que tienen un corazón que no les cabe en el pecho, los que saben que necesitan ayuda porque solos no pueden… Los que escuchan, los que ayudan, los que tienen un corazón inquieto, los que desde el fondo del templo se saben necesitados de Dios… esos, esos son los importantes…
Esto fue lo que vino a decirnos Jesús: cómo era Dios de verdad… Para entender este mundo al revés, Jesús tuvo buena maestra. Este mundo al revés es el que aparece en el Magnificat, la oración de la joven María que queda maravillada de cómo es Dios que «derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos…». Pero, además, Jesús no solo aprendió esto de María y de José, Jesús, sin duda, descubre que toda la historia de salvación es el relato de un Dios que elige a los débiles para salvar al pueblo: Judith, Ruth, Ester, David… Cuántas veces rezaría Jesús con el canto de Judith: «No está en el número tu fuerza, ni tu poder en los valientes, sino que eres el Dios de los humildes, el defensor de los pequeños, apoyo de los débiles, refugio de los desvalidos, salvador de los desesperados».
Un mundo al revés, en el que es mucho más importante «hacer el bien» que «quedar bien»; con la mano en el corazón: ¿no crees que es un sueño al que merece la pena entregar la vida?
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Fuente: https://pastoralsj.org