El contexto inestable de Afganistán ha repercutido violentamente en la educación de los niños.
Fawad* abraza con fuerza a su hermano Rashid mientras cruza las calles polvorientas, llenas de restos de aviones y coches, del campamento de desplazados internos de Kabul.
No aminora la marcha, camina rápidamente hacia el centro educativo del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) con la familiaridad de quien vive esas calles todos los días.
Fawad tiene once años y es originario de la provincia afgana de Laghman. La inestabilidad política y social y las dificultades económicas le obligaron a él y a su familia a abandonar su ciudad natal e instalarse en uno de los campamentos de desplazados internos de Kabul. Al principio, su padre intentó emplear sus habilidades agrícolas, pero los ingresos no eran suficientes para la costosa vida en Kabul. Traficar con chatarra era una de las pocas alternativas que le permitían mantener a su familia y sus dos hijos contribuían a los ingresos familiares ayudando en la recogida de la misma.
Fawad tiene once años y es originario de la provincia afgana de Laghman. La inestabilidad política y social y las dificultades económicas le obligaron a él y a su familia a abandonar su ciudad natal e instalarse en uno de los campamentos de desplazados internos de Kabul
La familia vivía día a día, sin saber si la comida y la seguridad serían su privilegio para el día siguiente.
El contexto inestable de Afganistán ha repercutido violentamente en la educación de los niños. “Aunque me preocupo por la educación de mis hijos, la educación formal para los niños aquí es inexistente”, comenta el padre de Fawad y Rashid. El alto coste de la vida, la falta de documentación y la discriminación de los niños de campos de desplazados internos en las escuelas formales son algunos de los retos a los que las familias desplazadas se ven obligadas a enfrentarse cada día.
Un día, un rayo de esperanza brilló para Fawad; empezó a asistir a un programa de aprendizaje acelerado en el centro educativo del JRS Afganistán, en el campamento para desplazados de Kabul.
“Mis profesores son muy amables. Me revisan los deberes, nos ayudan con las actividades extraescolares y siempre aprecian nuestro trabajo. El aprecio de mis profesores me da confianza y me motiva para estudiar más y hacer todos los deberes a tiempo”.
El centro ofrece a los niños desplazados la oportunidad de estudiar, con el objetivo de matricularse en escuelas formales en el futuro.
Los niños pueden forjarse un futuro mejor para ellos, sus familias y sus comunidades si tienen la oportunidad de recibir una educación.
“Mi padre nos considera a mí y a mi hermano un rayo de esperanza para el futuro de nuestra sociedad”.
* Se ha cambiado el nombre para proteger la identidad de la persona.
Fuente: https://jrs.net/es / Imagen: Niños asistiendo a clase en un campo para desplazados internos en Kabul (Servicio Jesuita a Refugiados).