Que el país cree condiciones para que, bajo el mandado de la Constitución, se generen condiciones, facilitaciones, desburocratizaciones y se pongan algunas “lucas” para retribuir a quienes abnegadamente sostienen a la sociedad cuidando de otros
El Consejo Constitucional tocará el tema de las labores de cuidado. La iniciativa propuesta obtuvo los votos necesarios de la ciudadanía.
Dos cosas son de considerar. Estas labores son acciones inapreciables que, en segundo lugar, merecen apoyo estatal.
Vamos por partes.
Labores de cuidado son una enormidad de actividades permanentes, esporádicas o puntuales que realizan las familias, especialmente las mujeres, mediante las cuales se da ayuda a personas que no pueden valerse por sí mismas. También lo son la multiplicidad de responsabilidades domésticas.
Tengamos delante de los ojos a las madres que se ocupan de la crianza de sus hijos e hijas mientras el marido está en el trabajo: compras, consultorios, reuniones de apoderados/as, una tía enferma, el padre con Alzheimer, pago de la luz, del agua, peleas con el vecino a causa de la radio, darle el pellet al gato y lavar la ropa. Estas tareas son bastante normales, pero hay otras, que también recaen en las mujeres, y que les son especialmente ingratas: cambiar a un niño con discapacidad mental, acompañar al marido a Alcohólicos anónimos… Tareas y responsabilidades sufridas, poco comunes, pero no raras, focos de vergüenza, de vergüenza inocente.
Ha sido tradicional asignarle a la esposa estas responsabilidades, aunque la situación ha cambiado. Hoy los hombres cambian pañales. Muy bien. Lo que hay que ver es que las mujeres, en la medida que trabajan fuera de la casa, no terminan de asumir como rol asignado a ellas estas y otras tareas. No tienen tregua. Fuera de la casa se les paga menos que a los hombres y adentro, tal vez porque no se les paga nada, sus esfuerzos no son suficientemente reconocidos. La pandemia transparentó esta realidad de forma cruda a nivel global.
La mirada de género permite ver asuntos que urge cambiar. Hoy estamos capacitados para darnos cuenta que nuestras culturas por miles de años adjudicaron a las mujeres unas labores y a los hombres otras, haciéndonos creer que estas asignaciones eran tan naturales como la fisonomía de nuestros cuerpos. Pero no. Lo natural, en realidad, descubrimos que era cultural. Lo que antes fue así, desde ahora puede ser asá.
La mirada de género permite ver asuntos que urge cambiar.
El caso es que el tema será tratado por el Consejo Constitucional. Se aprobó la iniciativa Nº 10.107: “Me cuidaron, cuido y me cuidarán: derecho constitucional a los cuidados”. La idea es que los derechos que esta iniciativa implica queden en el artículo 16 de la nueva Constitución. Es necesario que el país cree las condiciones para que el día de mañana, en la medida que se pueda, pero al amparo y bajo el mandado de la Constitución, se generen condiciones, facilitaciones, desburocratizaciones y se pongan algunas “lucas” para retribuir a quienes abnegadamente sostienen a la sociedad cuidando de otros. Con unas pocas fichas el Estado puede colaborar en la consecución de un bien invaluable y en dar reconocimiento a quienes han estado en las sombras por ya demasiados años. En las sombras, y sin ser cuidadas.
Porque, no debiéramos olvidarlo, hablamos de labores que no tienen precio. Exigen a veces sacrificios infinitos. Inimaginables. Se realizan por amor. Hasta sin amor. Porque antes incluso que los diez mandamientos, el primer derecho, y la primera obligación, es el cuidado de la vida.
Fuente: http://jorgecostadoat.cl / Imagen: Pexels.