Venezuela: Volver a la segunda ingenuidad y conectarnos con la realidad

Este año, el escenario político se presenta aún más incierto e irregular.

Al inicio de este año 2021, quisiera proponer dos claves para nuestra reflexión sobre el país: la segunda ingenuidad y la distinción entre situación y realidad.

Recuerdo que, en las clases de filosofía, el padre Ignacio Castillo sj nos hablaba de la segunda ingenuidad. Se refería a ese momento existencial, resultado de la pérdida de la ingenuidad primera, que sucede en la confrontación con los golpes de las circunstancias que nos colocan ante nuestros propios límites y, muchas veces, hacen trizas los sueños juveniles. Sí, después de ese desencanto que nos desnuda de falsas ilusiones y nos coloca en la encrucijada entre la resignación y la esperanza; la segunda ingenuidad consiste en abrir nuestros límites a la Esperanza y seguir creyendo y apostando por nuevas posibilidades de vida, ahora con nuevos bríos y con la sabiduría que dan los fracasos cuando son elaborados. La otra vía es la resignación que, de suyo, no es opción porque es dejar de decidir.

La otra clave se la he escuchado con insistencia al padre Pedro Trigo sj, y es la distinción, desde la fe, entre situación y realidad. Para ponerlo gráficamente, la situación está en el orden coyuntural, y hoy está signada por esta noche que transitamos y que tiene en jaque la vida, la dignidad, el bien común y la fraternidad. En esta situación, el poder y sus dinámicas, sumados a las reacciones desacertadas de quienes buscamos liberarnos de él, pareciera que nos van deslizando —como diría San Ignacio— “de las redes a las cadenas”, reduciendo las rendijas de libertad y deshumanizando la convivencia.

Si nos quedamos en la situación, no nos queda otra que decir “apaga la luz y vámonos” o, en el mejor de los casos, conformarnos con contener los daños. La situación forma parte de la realidad, pero no la agota; es, si se quiere, su figura histórica más visible, dominante. En el caso nuestro estamos en una mala situación, en una figura histórica inhumana y deshumanizadora, que está cobrando más víctimas que un conflicto armado. Pero la realidad es más compleja y llena de posibilidades, muchas posibilidades sin estrenar, y no son posibilidades estáticas sino dinámicas, sin poder desde arriba sino con fuerza trascendente desde dentro; la realidad —como dice San Pablo— “gime dolores de parto” (Rom 8,22); en cada corazón humano, en cada conciencia, las dinámicas de vida que se van gestando y articulando son parte de esa realidad con la que hay que sintonizar. La realidad puja, desde dentro, por situaciones más humanas, y estos impulsos son incontenibles.

Esta situación ha hecho añicos socialmente la ingenuidad primera, por eso muchos se han resignado, otros bordean la resignación, otros se mantienen tercos en el sueño de la infancia, otros procesan los duelos y otros muchos comienzan a recuperar la segunda ingenuidad, esa que no se resigna ni sucumbe ante tanto daño antropológico. Solo desde la segunda ingenuidad seremos capaces de discernir los signos de los tiempos, y asumiendo la situación, pero trascendiéndola, podremos captar las posibilidades de transformación que laten en la realidad y convocar, desde allí, la superación de esta catastrófica situación.

¿Cuáles son los rasgos de la situación actual? En materia económica, entre otras cosas, apunta el economista José Guerra, “con un nivel de exportaciones petroleras de 300 mil barriles diarios, si se recupera la refinación nacional, lo máximo que puede recibir Venezuela es 4 mil millones de dólares en 2021. Esto impone una restricción fiscal fundamental para el país”. Guerra también indica que “los salarios seguirán siendo bajos mientras los precios de los bienes seguirán dolarizándose. Maduro no puede —y si pudiese no quiere— dolarizar los salarios. Con una nómina de empleados públicos y pensionados de 4.200.000 personas, pagándoles $40 mensuales, para que medio puedan comer, ello absorbería la mitad del valor de las exportaciones petroleras”. Según el experto, esta debacle económica solo se resolvería con un cambio de escenario político que ofrezca la confianza para la financiación extranjera.

Sin embargo, este año, el escenario político se presenta aún más incierto e irregular. En declaraciones a Radio Fe y Alegría Noticias, el rector de la Universidad Católica Andrés Bello, Francisco José Virtuoso sj, expresó que la situación política puede calificarse de “una total desinstitucionalización”, porque “tenemos un conjunto de órganos que se dicen representar al país, pero evidentemente carentes del suficiente soporte popular, es decir, carentes de legitimidad y actuando bajo criterios propios que se han ido estableciendo”. Este hecho profundiza la desconfianza para la recuperación económica dentro del marco de un Estado de derecho, aunque se comienza a hablar de una recuperación económica al margen de él y una profundización de la desigualdad, con la consolidación de una nueva élite económica amparada por el poder de facto.

Pero si retomamos nuestras claves de la segunda ingenuidad y la distinción entre situación y realidad, cabe lo expresado por el padre Luis Ugalde sj, en su reciente artículo “El renacer de la política”, donde afirma —recordando el derrumbe del comunismo en Europa a finales de los años ’80 del siglo XX— que “el cambio ocurrió cuando muchos intelectuales y analistas ‘científicos’ defendían que era imposible que cayera el Muro de Berlín, que se derritiera la Unión Soviética, que triunfara la desarmada ‘Primavera de Praga’ o que cediera el Bloque Soviético en Polonia o Hungría. Así lo ratificaban las votaciones dictatoriales con más de 90% de apoyo”. No fue así, el cambio se venía gestando, pujando desde las entrañas de la realidad, aquella situación o “figura histórica” estaba dando sus últimos arañazos con apariencia “todopoderosa” y, como concluye Ugalde, “toda la fuerza del cambio se concentró en el renacimiento de la política plural”.

Para que esto ocurra en nuestro país, necesitamos volver a “la segunda ingenuidad”, reconocer nuestros límites y aportes, bajar de los egos y protagonismos y volver a Venezuela. Por eso, desde la Iglesia apostamos porque la estrella de Belén se pose en Venezuela y nos haga hallar el camino para curar las heridas y reencontrarnos.

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Fuente: https://revistasic.gumilla.org

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