Vivir desde la voluntad de Dios

Poner a Dios y al prójimo en el centro de todo lo que hagamos.

¿Qué significa aceptar la voluntad de Dios, podemos saber qué es lo que Dios quiere para nosotros? La respuesta es sencilla, porque vivir desde la voluntad de Dios empieza por reconocer la necesidad de descubrir a Dios en el cotidiano, activo y solitario camino del amor al prójimo. Y empezamos a vivir conforme a ella, cuando somos capaces de aceptar que “si alguno dice: amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (1Jn 4, 20). Entonces saldremos de nosotros mismos para ayudar a quienes nos rodean, trabajando para construir un mundo más justo, más humano, más parecido a como Dios lo sueña.

Querer cumplir la voluntad de Dios también implica aceptar que tenemos que intentar ser coherentes con lo que creemos e intentar vivir en consecuencia. A medida que crecemos en la fe descubrimos que Dios, poco a poco, va entrando y haciéndose más presente en nuestra vida, y llegará un momento que tengamos que tomar la decisión de empezar a vivir “cristianamente”, ya no vale decir una cosa y hacer otra. Y esto nos exigirá, como cristianos, “luchar” mucho más contra todas las dinámicas que nos hacen egoístas y nos invitan a olvidarnos de los demás. En definitiva, tenemos que aprender a amar de verdad, haciendo presente en el mundo, que el amor de Dios se concreta y se vive en el amor al prójimo, en el amor a quienes nos rodean. Jesús vivió siempre amando, y ese amor nos habla del sentido y la profundidad de la vida, no de la falsa “felicidad” que muchas veces nos propone nuestra sociedad.

Tenemos que intentar ser coherentes con lo que creemos e intentar vivir en consecuencia.

La voluntad de Dios nos invita también a tener presente que “la fe sin obras está muerta” (Sant 2, 17), que el mandamiento nuevo es “que os améis unos a otros como yo os he amado” (Jn 13,34), porque Dios ha venido “para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). Estamos invitados a “permaneced firmes en la fe, sed valientes y alegres. Haced todo con amor” (1Cor 16, 14), aceptando así cómo en Jesús conocemos a Dios y descubrimos la invitación personal a seguirle en todas las dimensiones de nuestra vida.

Para crecer en la fe es necesario descubrir que la vida no consiste en hacer siempre lo que uno quiere, sino en hacer la voluntad de Dios, lo que nos exige poner a Dios y al prójimo en el centro de todo lo que hagamos. Ojalá nos atrevamos a amar sin reservas a los demás desde Dios, viviendo la fe “en serio y dejando que Cristo pueda cambiar nuestra vida”. Utilizando palabras de San Francisco de Sales, para crecer en la fe y vivir desde la voluntad de Dios deberíamos saber que “se aprende a hablar, hablando; a estudiar, estudiando; a trabajar, trabajando; por lo mismo, aprenderé a amar a Dios y a los hombres amándolos”.


Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Pexels.

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