Esperanza de encontrar nuevos recursos, entornos que serán más habitables en un futuro cercano, en los que poder establecerse cuando los asentamientos actuales se inunden o sean inhabitables a causa del cambio climático.
Si fuéramos capaces de sacudirnos la imagen apocalíptica, la noticia en realidad es buena. Vamos a tener más terreno para cultivar, para extraer recursos y para explorar nuevas formas de constituir sociedades, alejadas del actual modelo productivo. El cambio va a ser tan radical que la civilización que surja, necesariamente, será distinta a lo conocido. Y esa es una oportunidad de crear algo nuevo, aprendiendo de los errores del pasado y evitando repetirlos.
Este párrafo lo mismo sirve para Marte que para la Antártida, en realidad. De hecho, de no ser por el título, quizás no sabrías distinguir si me refiero a un último descubrimiento en Marte o a la reciente noticia del máximo de temperatura conocido en la Antártida. Y es que hay una relación entre ambos mundos: son inexplorados pero cada vez nos acercamos más a ellos.
Muchos países que viven cerca de los polos ya empiezan a mirar hacia el Sur —o el Norte—, en la esperanza de encontrar nuevos recursos, entornos que serán más habitables en un futuro cercano, en los que poder establecerse cuando los asentamientos actuales se inunden o sean inhabitables a causa del cambio climático.
Marte, la Antártida, son posibilidades de reconstruir la civilización perdida, refugios donde poder seguir habitando. Como si de algún modo ya hubiéramos tirado la toalla en la tarea de frenar el cambio climático y estuviéramos pensando en la siguiente oportunidad. Algo así como ese alumno que pregunta por la recuperación nada más ver el examen.
Parece que los mensajes apocalípticos han dejado de hacernos efecto, son tantos y tan variados que ante el desbordamiento preferimos sencillamente encontrar resquicios que nos dejen la conciencia tranquila. Como, por ejemplo, que hay una alternativa en otros mundos, ahora desconocidos, para continuar nuestro estilo de vida. Aunque la realidad nos lo desmienta, aunque en el fondo sepamos que la solución no va a venir ocultando la suciedad debajo de la alfombra y mirando para otro lado.
Porque lo cierto es que estamos más cerca de contemplar una Antártida sin hielo que al primer ser humano pisando el planeta rojo. Estamos más cerca del retroceso definitivo que de un auténtico progreso.
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Fuente: https://pastoralsj.org