Domingo, 4 de septiembre de 2022
Evangelio según San Lucas 14, 25-33
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: “Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: ‘Este hombre empezó a construir y no pudo acabar’.
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrán salir al paso del que lo ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío”.
Palabra del Señor
El Evangelio del domingo me ha llevado a reflexionar y “cuestionar mis propias renuncias”.
Es una invitación a pensar si estoy dispuesta a posponer, a ceder, a renovar mi opción por la Buena Nueva, la opción por los pobres, postergados y postergadas, excluidos y excluidas, por todos los amados de Dios Padre y Madre.
En este tiempo que enfrentamos un proceso como país que ha significado muchas veces rupturas familiares, de trabajo, de comunidad, un Chile entero con diferentes posiciones ante el futuro, resuena en mí el llamado de Jesús, a ser sus discípulas y discípulos, lo que implica muchos desafíos; renuncias pequeñas, grandes, poderosas, transformadoras, no es fácil ir contra la corriente de un lado o de otro, se necesita mucha templanza, fortaleza, reflexión, oración, mucha oración para abrazar y cargar la cruz.
No es fácil ir contra la corriente de un lado o de otro, se necesita mucha templanza, fortaleza, reflexión, oración.
Aún siento que hay mucho para reflexionar, mucho que aprender, mucho que ceder y también mucho para avanzar, no es fácil ser discípula o discípulo en este tiempo.
Todos somos convocadas y convocados a ser parte, a no restarse a soñar con un Chile nuevo, un Chile más justo, más samaritano, más bienaventurado, más consiente, más unido.
Pidamos a la Ruaj que nos asista, y que ella se derrame sobre esta tierra que es nuestra, que es hermana, que es casa, que es de todos y de todas.
Imagen: Pexels.